Introducción.-
La diplomacia cultural es de larga data en la estrategia de política exterior de los países. Sin embargo, su análisis ha cobrado una relevancia singular en el estudio de las relaciones internacionales en la última década. En efecto, en años recientes el componente cultural en la política exterior de los países ha sido un factor esencial para posicionar la imagen de los países en el escenario internacional, así como lograr puentes de entendimiento mutuo entre los pueblos de las naciones. México, Francia, Canadá y más recientemente China, Japón, Israel, Turquía así como una variedad de países más reconocen la importancia de la cultura en su política exterior. No obstante lo anterior, cuando esos países se refieren a la diplomacia cultural en realidad se trata de estrategias de diplomacia pública.
Esta ambigüedad tiene su origen en que durante muchos años la diplomacia cultural fue un término empleado para caracterizar el énfasis cultural de la política exterior de varios países; igualmente a que en la realidad ambos procesos y acciones se complementan. Es decir, no son excluyentes, en particular en un entorno en donde no sólo una variedad de actores estatales y no estatales se interconectan en el ámbito de la diplomacia cultural sino también por los inéditos retos a los que se enfrentan los Estados (éstos incluyen no sólo los del crimen transnacional sino los ambientales, la pobreza, el fortalecimiento de las identidades locales, la desigualdad, la migración, los derechos humanos, etc.). De ahí que es necesario precisar algunos puntos en esta materia. Este ensayo no pretende ser un estudio exhaustivo de la diplomacia cultural en lugar de ello se presentan algunos aspectos fundamentales como nota introductoria para esclarecer algunas ambigüedades.